La fotografía nos hace explorar lugares desconocidos. Este viernes vuelo a Bariloche. Pensé en ese recorrido y me acordé de un lote de negativos estereoscópicos de vidrio de una travesía desde Buenos Aires a Río Negro. Hay fotografías de un barco llamado «Buenos Aires» que navega desde la Capital hasta el sur de América. Hay hombres desconocidos que cargan carbón, otros que posan frente a una cárcel en Viedma y algunos que trabajan con el ganado en alguna chacra perdida de Río Negro. Encontré también paisajes desoladores de Carmen de Patagones, y una pequeña caja rotulada «Mar del Plata», donde mujeres con vestidos inmensos de enaguas posan frente al mar. Un autor desconocido tomó estas fotografías en blanco y negro desde 1904 hasta 1909.
Hace apenas dos días leí en el Nro 1 de la Revista Correspondencia el artículo «Alto en el cielo» de María Gainza. La escritora relata el viaje que Antoine de Saint-Exupéry realizó por Argentina cuando el aviador tenía apenas 29 años. Una de sus funciones era romper con años de aislamiento y conectar Buenos Aires con los pueblos más olvidados del Sur: Bahía Blanca, San Antonio Oeste, Trelew, Comodoro Rivadavia, Puerto Deseado y San Julián eran algunas de las paradas. El autor de El Principito escribió: «En ninguna otra parte he conocido una mejor raza de hombres que la de los argentinos del sur. No se podría encontrar en otro sitio tanto sentido social, tanto sentido de la solidaridad ni tampoco tanta serenidad. Serenidad de hombres que se enfrentan con grandes problemas».
María Gainza piensa en el paisaje patagónico y en aquel libro que el aviador francés escribió un año antes de desaparecer en el cielo: «Ya se sabe que las alturas y la soledad producen extraños efectos en los hombres. Gran parte del humus de El Principito parece haber sido arrancado de la tierra árida pero extrañamente fértil para la imaginación de la Patagonia: los volcanes, las ovejas hundidas en la nieve, las islas, las leyendas indígenas, volverían más tarde bajo la fórmula de una misteriosa fábula que resultaría eterna».
Gracias por el viaje en el tiempo!