Hace unos días murió mi abuela

Hace unos días murió mi abuela. Hace apenas tanto.

Fue la mamá de mi mamá y una abuela muy cercana a todos sus nietos (25 más o menos). Cumplía años en junio, en coincidencia con las vacaciones de invierno, y para su cumpleaños quería que cada nieto le recitara un poema. Pasabamos entonces todas las vacaciones (en verano también, porque se hacía un acto en verano, aunque no cumpliera años nadie) practicando un poema para recitarle a Maía, o un obra de teatro, o cualquier cosa así, divertida, con disfraces que sacábamos de un baúl infinito (una de las que más recuerdo: actuar con mi abuelo -que hacía de viejo Vizcacha- la parte del hijo segundo de Martín Fierro. Todavía la sé perfectamente de memoria: «Me llevó consigo un viejo/ que pronto mostró la hilacha…» .

 

El centro de los nietos era un lugar que llamábamos «el ranchito», alejado unos 50 metros de la casa, en el casco, una casita de 3.5 x 3.5  hecha de ladrillos y barro por nosotros mismos (con edades de 5 a 12 años) bajo la supervisión de Maía. Tenía además horno de pan -donde cocinábamos pan con Maía mediodías alternados (una vez los varones, otra vez las chicas) y palomas que cazábamos con nuestras gomeras. Y chimenea donde hacíamos pororó (pochoclo). Ella me enseñó a desplumar y destripar una paloma, y cuál era el corazón, y el hígado y los riñones, y para qué servía cada cosa. Y a cocinarlas y a comerlas. Nos llevaba a ver como se carneaban las ovejas. A buscar huevos en el gallinero a la mañana. Y nos hacía desplumar los gansos -que te mordían si te distraías- en el verano. Después hacía almohadones. Además era apicultora y me enseñaba miles de cosas sobre la naturaleza.

 

Te pedía cosas raras: en vez de darte plata directo para que fueras a comprarte un helado, te pedía que le trajeras en un frasco primero qué se yo, 30 hormigas, por ejemplo, y después entonces, cuando le traías las treinta hormigas, te daba la plata para el helado. No era nada paqueta, nada dura, nada práctica (una vez llevámos dos venados sedados a Córdoba porque los quería soltar en Santa Ana -campo familiar- uno se murió de sobredosis a poco que salimos de Pilar, y el otro se despertó en Río Cuarto y estaba loco, así que hubo que abrir el baúl de la Vitara y dejarlo en un puesto policial sobre la ruta).

 

Hace cinco años se enfermó mucho y primero quedó inmovilizada y hace un año y medio ya no podía hablar, hace medio año estaba medio inconsciente. No sé por qué le tocó una enfermedad tan difícil, justo a ella que era tan independiente e inquieta.

 

Cuando murió se hizo una misa en su casa, y el cura en el sermón preguntó si alguien quería decir algo, y fue lindo porque los hijos y los nietos y sus amigas empezaron a hablar y cada uno contó qué había aprendido de Maía, qué le había enseñado Maía. Fue tan lindo. Yo -que estaba demasiado emocionado como para hablar- iba a decir algo de los mediodías que pasábamos en Palermo, y cómo a ella no le importaba si te ensuciabas un poco, o si llegabas 15 minutos tarde al colegio de vuelta, pero no dije nada al final.

 

Hubiese querido decir esto: Maía me enseñó que el mundo es materia, y que la materia es difícil y buena y sagrada: que es la forma en que es la eternidad en el tiempo. Y que las cosas importantes son 3 o 4. Siempre la voy a recordar, porque mucho de lo mío fue sembrado por ella.

 

(Alejandro Crotto
Sín título
Buenos Aires, Argentina
Circa 1945)

Comentarios

  1. Laura dice:

    No se por que abri esta pagina, y de pronto di con la foto de tu abuela, tiene algo que me conmovio, en la imagen, y tus palabras me dejaron sin aliento, me movilizaron hasta las lagrimas, me hicieron recordar momentos y sensaciones escondidas del pasado, en no se que parte de la memoria, de una abuela parecida a la tuya, en que cada respiro tenia sentido y que » las cosa importantes son tres o cuatro».
    Gracias por el momento, (nunca vas a saber cuanto)
    Laura

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  1. Laura dice:

    No se por que abri esta pagina, y de pronto di con la foto de tu abuela, tiene algo que me conmovio, en la imagen, y tus palabras me dejaron sin aliento, me movilizaron hasta las lagrimas, me hicieron recordar momentos y sensaciones escondidas del pasado, en no se que parte de la memoria, de una abuela parecida a la tuya, en que cada respiro tenia sentido y que » las cosa importantes son tres o cuatro».
    Gracias por el momento, (nunca vas a saber cuanto)
    Laura

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